miércoles, 19 de junio de 2013

¿Estará llegando la Hora de los Pueblos como en 1789 y 1917?



2013 puede traer al mundo otros 1789 y 1917. Quienes casi los trajeron a la Argentina en 2001 insisten hoy en convertirnos en parte de ese mundo que sólo podrá modificar la reacción de los Pueblos

“Si uno ha probado durante 3 años determinadas medicinas y con determinados médicos y el enfermo se agrava cada vez más, ¿no será que habrá que cambiar de médico y de medicina e intentar otro tratamiento? –reflexionó hace un tiempo la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner en un discurso en la cumbre del G-20- Intentar resolver los problemas de la misma manera con la que fueron originados, decía Einstein, no es de gente demasiado cuerda.”
“Los únicos países que funcionan son los que están parados sobre sus recursos”, consideró por aquellos días, Aldo Ferrer.
Pero ya lo había denunciado años antes el Prof. Alejandro Olmos Gaona en su libro “La Deuda Externa Argentina”:
“Hay una nutrida elite de funcionarios que desde hace más de 25 años se han alternado en el manejo de la gestión pública y en la fundamentación teórica de ciertas políticas, observando una rigurosa fidelidad a las pautas económicas que se estructuran en el exterior. Mientras esos grupos, que muchas veces parecen enfrentados por criterios diferentes, pero cuyo objetivo es el mismo, no sean barridos de la administración del Estado, y sometidos al enjuiciamiento que corresponda, no existe la menor posibilidad de que la Nación empiece a transitar un camino diferente.”
Juan Domingo Perón ya lo había dicho a su manera, tras su derrocamiento, en “La fuerza es el derecho de las bestias”:
“Los parásitos conforman un sector definido en todas las comunidades animales o humanas. Están en la naturaleza misma, como una maldición. Siempre y en todas partes, han existido los que producen y los que solo consumen.
“El gobierno del Pueblo y la justicia social son dos cosas que el parásito no tolera. Ellos viven del trabajo ajeno, y además quieren que ese trabajo sea despreciado, miserable y doliente. Esta es la mentalidad del parásito.”
Son los mismos que la presidenta argentina definió en su discurso en Francia: “Los mercados financieros hoy están en los commodities, mañana estarán en el petróleo según como vaya el petróleo y pueden pasado mañana dedicarse a los mercados de caramelos, si realmente tienen posibilidades de obtener un peso más sin trabajar, sin producir y sin invertir.”
Mencionar Francia y “parásitos” viviendo muy bien a costa del trabajo de quienes sobreviven muy mal, nos remonta a la Historia del mundo y a los “indignados” de hace 224 años, que hicieron lo que los actuales pueden llegar a hacer si se sigue permitiendo que el libre juego del capitalismo especulativo siga destrozando países y vidas.

LOS “INDIGNADOS” FRANCESES DE 1789
Corría el año 1789 durante el reinado de Luis XVI; mientras la alta nobleza disfrutaba de una beatífica existencia en jardines y galerías palaciegas de Versalles, en París había revueltas causadas por el hambre. El absolutismo de los reyes, apoyado en el feudalismo de los estamentos privilegiados, nobleza y clero, estaban creando las condiciones y causas de la revolución francesa: diezmos, derechos de caza, tribunales señoriales, carga impositiva, señorío de la tierra, nepotismo y un cruel ejercicio de la policía y de la justicia.
María Antonieta gastaba en un solo vestido bordado de pedrerías un millón de libras de oro, en tanto las mujeres de París, con sus hijos a la espalda, morían de hambre mientras hacían cola ante el horno de un panadero.
La única solución que se les ocurría a los sucesivos ministros de hacienda, eran nuevos impuestos, ordenados por otra parte, por el rey; por supuesto, estaban libres de impuestos la nobleza y el clero, que juntos poseían los dos tercios de todo el patrimonio nacional.
El asalto del pueblo a la Bastilla, la prisión del Estado en París y más notable símbolo de la tiranía, significó el 14 de julio de 1789, el inicio de la revolución francesa.

LOS “INDIGNADOS” RUSOS DE 1917
128 años después, también por la gran desigualdad existente, acaecía la revolución rusa; en la Rusia zarista, a comienzos del siglo XX los capitales monopolistas europeos controlaban el 90% de las inversiones en la minería, el 42%  en la industria del hierro, acero y máquinas, y el 50% en la química, extendiendo además su dominio al agro por vía de las adquisiciones directas de las fincas hipotecadas y de los créditos bancarios, con lo que los trabajadores se veían doblemente expoliados, como productores y como consumidores.
Hacia 1917 se paralizaron muchas fábricas y talleres, decreció la producción industrial y la escasez hacían estragos en el nivel de consumo de la población, habiendo aumentado considerablemente los precios de los artículos de primera necesidad. Por su parte, la deuda externa ascendería a fines de ese año a 15.000 millones de rublos.
En ese contexto se produjo la caída del zar, desatándose una verdadera lucha de poder entre la Corte, la nobleza terrateniente, la burguesía rica, la alta oficialidad, y un poco más adelante, masas de obreros y soldados de origen campesino que no lograban representar cabalmente sus propios intereses.

Lo que en 1789 generó la alta nobleza en Francia y en 1917 en Rusia, hoy lo está generando la especulación financiera, esa a la que se ha supeditado la política mundial; esa que impusieron a la Argentina durante muchos años, los que oportunamente señaló el Prof. Alejandro Olmos Gaona; y ya en 1914 habían llevado a reflexioinar a Estanislao Zeballos en un discurso pronunciado en la Cámara de Diputados de la Nación:
“Las leyes económicas oportunas en Europa –dijo entonces (hoy se ve que tampoco allá son oportunas)- no son leyes económicas aplicables en la República Argentina; por eso fracasa la universidad teórica, la universidad que no enseña sino libros y prescinde de la situación y caracteres peculiares del país…”
Es tarea primordial de los gobernantes buscar el punto justo, el equilibrio entre intereses en colisión de sus gobernados (empresarios y trabajadores; prestadores de servicios y usuarios; comerciantes y clientes; etcétera) para que objetivos como los del Preámbulo de nuestra Constitución (“…promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”), no sean letra muerta, algo por lo que el mismísimo Juan Pablo II había abogado, al exhortar al entonces nuevo embajador de la Argentina en el Vaticano durante la presidencia de Carlos Menem, a que el Estado argentino “vele por los sectores más desprotegidos para que no sean víctimas de los planes de ajuste ni queden marginados por el dinamismo del crecimiento”. Está demás aclarar que la preocupación del Papa obedecía a que entonces los planes de ajuste en nuestro país habían empezado a marginar a vastos sectores.
Planes que no está demás recordar –y casi diría que es imperioso recordar- eran apoyados por muchos de los integrantes del amplio abanico de los actuales impacientes políticos opositores del NO por el NO mismo, que lamentablemente también incluye a altos representantes de la Justicia.
Sólo cabe esperar que quienes felizmente no se equivocaron hasta ahora (y los que se equivocaron hace unos pocos años pero corrigieron a tiempo su error), sigan conservando en su memoria la Argentina de 2001 y tengan presente la Europa actual.
De lo contrario –salvando las distancias- antes o después seremos consternados testigos de una nueva versión de los acontecimientos generados en 1789 y en 1917, con otros protagonistas, pero por una misma culpa.
Oscar Vázquez Lucio
http://nuevosiulnaszapping.blogspot.com





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