jueves, 26 de septiembre de 2013

¡QUÉ BUENO QUE LO DIGA USTED, SEÑORA PRESIDENTA!... ¡¡¡Y DÓNDE!!!


En setiembre de 1979, escribiendo en la revista “Todo es Historia”, sobre el humor durante la segunda guerra mundial, al referirme al enfoque de un humorista sobre el bombardeo atómico, señalé respecto al mismo “que dolió en primer lugar a los simpatizantes de los aliados”. Con el tiempo, me referiría al tema mucho menos sutilmente, recordando que en ese período, mientras los norteamericanos llevaban a cabo el más terrible genocidio que jamás se había visto, juzgaban a los jerarcas nazis ¡por crímenes de guerra!
Alguna vez se me observó que nadie, excepto yo, había vuelto a tocar el tema, en muchísimos años… No sé si es tan así, pero ¡qué bueno que lo haya tocado la Presidenta argentina ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el momento más indicado!
No está demás referirlo a las nuevas generaciones, y a las que lo sepultaron entre sus recuerdos, simplemente rescatando una de las crónicas sin matices políticos, de aquellos días:
“A las ocho y quince minutos de la mañana del 6 de agosto, relampagueó la bomba atómica sobre Hiroshima. Desde el acorazado en que regresaba a Estados Unidos, el presidente Truman hizo al mundo el sensacional anuncio. Desde la misma ciudad víctima, ninguna comunicación era posible, pues Hiroshima, población de 343.000 habitantes quedó, en esencia, destruida. ‘Hace 16 horas –decía el mensaje-, un avión norteamericano lanzó una bomba en Hiroshima, importante base militar japonesa. Esa bomba tenía más potencia que veinte mil toneladas de tri-nitro-tuoleno y es dos mil veces más poderosa que la británica Grand Slam, la mayor bomba utilizada en la historia de la guerra con anterioridad. Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbour. Se les ha pagado ya con creces y aún no ha llegado el fin. Se ha logrado sujetar la potencia máxima del universo. La fuerza de la cual el sol toma su potencia, ha sido desatada contra los que llevaron la guerra en Extremo Oriente.’ En tan breve anuncio se daba cuenta al mundo de un acontecimiento trascendental de la centuria.”
A las 9 del día 2 de setiembre, se dejó caer sobre Nagasaki el segundo proyectil atómico. (Cabe recordar que con posterioridad se argumentaría que tal decisión evitaba nuevas muertes por la guerra; ¿cómo es que ya entonces no se pensó en darle el Nobel de la Paz a un presidente norteamericano?)
Un año después, a las 14:18 del día 1º de octubre, comienza el proceso del Tribunal Interaliado de Nuremberg, que sentenciará a la horca a los criminales de guerra nazis.
Tres décadas después, los norteamericanos protagonizan lo que se recordaría como “El infierno del napalm y de la lluvia química” (título de “La Nación”, 30-4-95), la gran tragedia de Vietnam que dejó 2 millones de muertos, 4 millones y medio de heridos y 9 millones de desarraigados, en los 7 años que duró la intervención norteamericana, durante los cuales fueron arrojadas 7 millones de toneladas de bombas, casi tres veces más que en la Segunda Guerra Mundial.
También a esta guerra se ha referido el martes 24 de setiembre último, la Presidenta argentina, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en el momento oportuno.
Como argentino gobernado a lo largo de mi vida por quince presidentes constitucionales –uno de ellos hasta proclamando “relaciones carnales” con los Estados Unidos de Norteamérica- y diez presidentes de facto, me resulta reparador y gratificante haber coincidido en notas publicadas en periódicos de poca difusión, con lo expresado por la Presidenta argentina, nada menos que ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, el martes 24 de setiembre de 2013.

Oscar E. Vázquez Lucio
                                                                                                                                                                                                                                                                                 

domingo, 22 de septiembre de 2013

Recibimos, difundimos y recomendamos


ESTOY HECHO DE CINE
CONVERSACIONES DE JOSÉ MARTÍNEZ SUÁREZ
CON MARIO GALLINA
Prólogo de Juan José Campanella y Fernando Castets
que se realizará el próximo jueves 26 de septiembre de 2013
a las 19 hs. en el 
AUDITORIO DEL MUSEO DE ARTE LATINOAMERICANO
DE BUENOS AIRES (MALBA)
(Av. Figueroa Alcorta 3415, Buenos Aires) 
con entrada libre y gratuita
En el acto se proyectará el cortometraje 
El cine del Maestro 
con guión y dirección de Sebastián Hermida
Se referirá a la obra el historiador y crítico de cine
Fernando Martín Peña.
EL LIBRO ESTARÁ ESE DÍA A LA VENTA
EN LA LIBRERÍA DEL MALBA
A PRECIO PROMOCIONAL 
Para más informaciones dirigirse a:
Celular (02291) 15 41 79 96



domingo, 15 de septiembre de 2013

Es hora de que los Eloi no nos sometamos a los Morlocks


Herbert George Wells y una actualizada versión de su Viajero

Constituyéndose en un precursor de las novelas de ciencia ficción, en 1895 el novelista inglés Herbert George Wells (1868-1946) escribió "La Máquina del Tiempo", cuyo tema aún se sigue utilizando en muchas películas y series televisivas.
Aunque todavía la humanidad no había pasado por dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), ni imaginaba el holocausto atómico (bombardeos genocidas de Hiroshima y Nagasaki a cargo de Estados Unidos de Norteamérica), ni la irracionalidad del ser humano(¿?) resultaba tan peligrosa para la continuidad de la vida animal y vegetal, y por ende, de la humana misma, la obra de Wells tiene ya algo de premonitorio respecto al ocaso de la humanidad.
Él sitúa ese ocaso en el año 802.701, al que se traslada el Viajero del Tiempo mediante una armazón metálica hecha de marfil y cierta sustancia cristalina, con un comando de arranque y otro de freno.
La Máquina del Tiempo permanece siempre en el mismo lugar, pero varía su entorno según la época a la que se dirige el Viajero. "El tiempo es solo una forma del Espacio -sostiene-. No hay ninguna diferencia entre el Tiempo y cualquiera de las tres dimensiones del Espacio, excepto que nuestra conciencia se mueve a lo largo de ellas".
Así es como el Viajero del Tiempo llega a ese remoto futuro donde los caballos, el ganado, las ovejas, los perros, han seguido al ictosaurio en su extinción.
Aparentemente sólo habitan la tierra unos frágiles seres frugívoros de no más de 1,20 m de estatura, entre los que no hay ancianos. Muy pronto el Viajero advierte la falta de interés de estos seres (que después se entera son los Eloi); mientras se bañaban en un bajío, uno de ellos es arrastrado agua abajo, sin que los otros intenten salvarlo, lo que logra finalmente el Viajero.
Pero aún no había visto todo: desde pozos circulares escucha un toc-toc-toc como la pulsación de un enorme mecanismo. En el mundo subterráneo moran los Morlocks, seres de color semiblancuzco como el de los gusanos; ellos se encargan de cuidar y atender a las crías de los Eloi, reducidos simplemente a ganado de ceba.
La terrible conclusión del Viajero del Tiempo en ese año de 802.701 es que tanto los Eloi como los Morlocks son descendientes de nuestros congéneres y con el correr de las generaciones los segundos han convertido a los primeros en su alimento, criándolos como actualmente el hombre cría a los animales llamados "de consumo".
El Viajero comprende la degradación intelectual de los Eloi, cuando encuentra averiados vestigios de libros; todo un símbolo a tener en cuenta a ciento dieciocho años de la publicación de esta novela, cuando el auge de la televisión, los video juegos y las propuestas de Internet conspiran peligrosamente contra el hábito tradicional de la lectura.
¿Cómo sigue "La Máquina del Tiempo"? Después de revelar a sus contemporáneos la experiencia vivida en su viaje al futuro, el Viajero vuelve a partir, y aunque el autor de la novela  no indica a qué época, todo hace presumir que retornará al año 802.701 para intentar modificar el destino aceptado sumisamente por los Eloi.
Hace algo más de once años, escribí este artículo, titulándolo "El año 802.701 ya llegó". Entonces, la mayoría silenciosa (abatida cada vez que intentó hacerse oír) nos habíamos convertido en Eloi a merced de los Morlocks, que solo se diferencian de los imaginados por el novelista inglés, por sus métodos más modernos y sofisticados. Al igual que los Eloi -y por supuesto los Morlocks- de la novela, no imaginábamos ni remotamente la eventual llegada de un Viajero del Tiempo, lo que hubiera podido ser nuestra única esperanza en ese año, que ahora vemos como una olvidable película proyectada desde Europa
Pero en el 2003 llegó a la Argentina un Viajero del Tiempo (después supimos que eran dos los Viajeros), demostrándonos que nuestro destino como Pueblo, no puede seguir siendo el de los Eloi (¡ojalá entiendan esto a tiempo los españoles y otros Pueblos europeos!), y hay que oponerse -por desigual que sea este enfrentamiento- a los Morlocks personificados en los grandes poderes neoliberales sin Patria, que se mueven mundialmente en corporaciones de todo tipo, a expensas de la gente común de la que se valen, usan, engañan con informaciones falsas difundidas por el periodismo hegemónico, desprecian y sacrifican por los más ruines intereses.
Tal vez lo único que no pasó por la vasta imaginación de Wells, fue que a su Viajero, se sumara, más de un siglo después, una Viajera del Tiempo.
Oscar Vázquez Lucio





miércoles, 4 de septiembre de 2013

REFLEXIONES DE UN HUMORISTA EN EL DÍA DEL LUNFARDO


Este 5 de setiembre se celebra nuevamente el Día del Lunfardo, incluído entre las celebraciones más importantes de la Academia Porteña del Lunfardo, de la que soy Académico desde el 4 de noviembre de 2006.
¿Qué estoy haciendo yo en la Academia Porteña del Lunfardo? ¿Cuál es la relación de un humorista con el lunfardo?

El vocabulario lunfardo
se inclina hacia el humor
La primera palabra del lunfardo que utilicé siendo muy niño, fue "chau"; ni yo sabía su procedencia ni era discriminada por el primer diccionario enciclopédico de la lengua castellana Vastus de Editorial Sopena de apenas 1500 páginas, que a mis 9 años me regalara mi abuela;  allí figuraba con total naturalidad consignándose: "¡CHAU! Int. fam. ¡Adiós!, ¡abur!". Mi cotidiano saludo, que más que un "adiós"  era un "hasta pronto" o un "hasta luego" sólo molestaba a una tía maestra –quien seguramente no tuvo entre sus compañeras de magisterio a Leonida Catalina Cuniberti– que le reprobaba a mi madre: "¡Qué feo que diga chau!" Por supuesto, mi madre jamás se avino a hacerme partícipe de esa inquietud de su docente hermana que imagino jamás habrá escuchado un tango, o por lo menos "Tres esperanzas" de Discépolo, cuando dice "cachá el bufoso… y chao / vamo a dormir" … O el de Homero Expósito "¡Chau… no va más!"… o el "Quien sabe una noche me encane la muerte / y, chau Buenos Aires no te vuelva a ver" del personaje de Cadícamo en "Anclao en París". Si mi tía viviera todavía, hoy podría explicarle usando palabras de Gobello, que el tan discutido e inextirpable chau, exceso de cortesía aplebeyado en los muelles y en los conventillos, había sido asimilado por el pueblo con ancho criterio y sin mojigaterías, de los dialectos inmigrantes, y que es voz de Italia, patria de sus padres, o sea mis abuelos maternos.
¿No les pasaría lo mismo que a mi tía docente a quienes se hicieron cargo de la Dirección de Radiocomunicaciones en 1943? "La Maleva" tuvo que llamarse "La Mala"; "Chiqué", "El Elegante"; "Susheta", "Distinguido", "El Bulín de la calle Ayacucho", "Mi Cuartito"; la "viejita" se volvió "mamita", y la "percanta", "muchacha". ¿Será por eso que mi vocación tanguera recién se despertó en mi adolescencia, cuando descubrí que ahí donde decía "muchacha que me dejaste", había vuelto a decir "percanta que me amuraste" y la "mamita" volvía a ser la "viejita"?

LA DISPOSICIÓN DE 1943

La insólita disposición de 1943 dio tema a más de un humorista de la época, y uno de ellos, que firmaba Jota Ce Ge –quien presumo era Juan Carlos Gianella, después uno de los directores, junto a Germinal Lubrano, de la revista "Descamisada"–, publicó en "Cascabel", el relato que, junto a muchos otros de variados autores, recopilé en mi libro "El Tango en el humor gráfico y escrito", y ahora comparto con ustedes:
"Arrabalio Gómez, tenía más que inclinación una imponente pendiente a la musa popular; claro que era un porteño cien multiplicado por la suma. Y al decir porteño, lo decimos en toda la extensión del mapa. Su corazón no estaba dividido en cuatro cavidades, sino en las cuarenta y cinco seccionales de policía que subdividen la tierra donde crece y se reproduce la musa del tango.
"Tierra cubierta con asfalto, pero no toda, ya que los días de viento se mete bastante por los ojos, y ésta ya es suficiente para dar de morfar al folklore ciudadano céntrico y excéntrico.
"Como buen porteño a quien el tango le tira y él a su vez le devuelve el fuego, no sabía música. No obstante, como consideraba que debía tener rudimentos de algún instrumento musical, trató de perfeccionarse en la práctica del agujero bucal y cuya ejecución consiste en pasar algún aire por él, en una especie de bostezo cerrado y al revés.
"Fue así que, silbando, construyó unas melodías bastante menos parecidas a otras y mediante un músico que sí lo era, hizo siguiendo la línea histórica, tradicional e intransigente, que éste se lo escribiera… pero, Arrabalio Gómez estaba destinado a sufrir él en carnes de su propiedad el drama que se hospeda en el tango.
"Y referirnos a este hecho, es referirnos a la brutal y antitanguera medida tomada por las autoridades que exigieron para ser autor de música de tango, la increíble cualidad de saber solfear.
"–¿Qué hacer? Bien comprendió Arrabalio Gómez que el destino se le iba de las manos como sus cinco pares de uñas. ¿Adónde iba el tango? ¿Qué querían hacer con él, refugiándolo entre el núcleo de los pervertidos en la enseñanza?
"El no dejarle hacer tango, puso más tango en el alma de Arrabalio, ya convertido en la viva y medio muerta imagen  del hombre que está solo y ya poco espera.
"Arrabalio no tuvo más remedio que hacerse letrista o poeta del suburbio o acuarelista de los barrios porteños, o, en síntesis, un cuarenta por ciento en los derechos de autor.
"Al principio, tuvo mucha desgracia, porque la mujer de él no quería irse de su lado ni a palos, con lo cual le privaba de la excusa lógica para cometer la letra.
"Tuvo que renunciar a sus principios realistas en aras de la musa popular, y un día, fuertemente inspirado con alcohol en distintas graduaciones, escribió una letra que comenzaba así:

"Percanta del barrio fule
que te abriste y me largaste
dejando el mantel de hule
pero en cambio te llevaste
la plancha que no garpaste.

"Una vez terminada, la llevó a un peluquero amigo que tocaba el bandoneón de noche en una orquesta, quien, sacudido por la sugestión del poema, ahí nomás se la llenó de notas, quedando de esta forma para la historia la composición intitulada ‘Me varaste en la vereda’.
"Con ‘Me varaste en la vereda’ bajo el brazo, nuestro amigo Arrabalio corrió a registrar la joya; no fuera que alguno se le anticipara al peluquero en la melodía que habían tomado de ‘Cavallería Rusticana’, y previo depósito de dos pesos quedó asegurada la paternidad de la obra.
"Tuvieron, necesario es confesarlo, que recorrer muchos directores de orquesta y pagar muchos copetines antes de que uno se decidiera a estrenarlo. Al fin, una tarde Arrabalio llegó a  su casa derramándose de alegría…
"–¡Una orquesta de Radio Belgrano le iba a estrenar el tango que iba a marcar un paso más en la perfección del género!  Ya estaba aceptada, y habían comenzado a ensayar…"
Y cuando ya parecía que Arrabalio Gómez se salía con la suya, Jota Ce Ge defrauda a los lectores que habían empezado a identificarse con el personaje, escribiendo lo que sigue:
"No duró mucho la alegría de nuestro porteño. Otra vez las autoridades se interponían en la escalera de su vocación. Ya no estaba permitida la irradiación de letras que como la suya tenían términos lunfardos. Además, se enteró que si quería hacerse socio de la sociedad que le pagaría sus derechos de autor, tenía que dar previo examen de poética.
"¡Oh, mártir del arte del pueblo! –enfatiza el redactor de "Cascabel"–. Otra dura prueba había de sufrir su corazón.
"Intentó corregir la letra, pero no le convenció lo que quedaba.
Efectivamente, ayudado por una hermana sometieron a un proceso de depuración al tango, dejándolo como sigue:

"Chicuela del barrio afeado
¿por qué has partido sin mí
y contigo has transportado
un utensilio que sí
aún no estaba abonado?

"No pudo ser.
"Además, la única manera de arreglar el título era cambiar ‘Me varaste en la vereda’ por ‘Desolación en la vía pública’.
"Desolación era la suya. No podía, por más esfuerzos que hacía, componer una letra aprobable.
"Sólo después de tres años  dio con la tecla de los letristas modernos, se leyó íntegramente  a García Lorca  y a Neruda y compuso una letra que maravilló a cuantos la leyeron. Así rezaba el estribillo:

"Desolación de grises sombras
tierna y mojada luna
ilusión de estrella, farol,
suburbana senda de luz
azul bandoneón de triste barrio.

"Enloquecían los músicos al oírle esta letra que los maravillaba. ¡Adónde quedaban Expósito y Manzi con esto! ¡Esto era una letra!… ¡Esta sí que no se entendía!
"Pero tampoco se pudo estrenar como estaba –concluye Jota Ce Ge– Como no caía bien con la música que un gran músico le había preparado, tuvo que reformarla; eso sí, sin cambiarle una sola palabra… Unicamente cambió su orden y la publicó de atrás para adelante.
A fe que quedaba igual:

"Barrio triste de bandoneón azul
luz de senda suburbana
farol, estrella de ilusión
luna mojada y tierna
sombras grises de desolación."

Bien, dejemos a Jota Ce Ge, a Arrabalio Gómez y a la revista "Cascabel", y volvamos al comienzo de mi incursión en el lunfardo.

MI VERDADERA INCURSIÓN EN EL LUNFARDO

Sí, mi verdadera incursión en el lunfardo empezó en la adolescencia cuando aprendí unos pocos tonos en la guitarra y algunos punteos por cifra, y me puse a cantar, especialmente un tango en el que coincidían las preferencias de los aficionados de entonces: "Mano a mano", que me familiarizó con los términos "rechiflado", "bacana", "remanye", "percanta", "morlacos", "gavión", "acamala"… Después vendrían otros tangos, como "Yira… Yira" que me posibilitó acopiar "grela", "tamangos", "mango", "morfar", "manyés"… "Mi noche triste": "amuraste", "catrera", "cotorro", "bulín"… "Como abrazao a un rencor": "piantadas", "chamuyo", "chaira", "mina", "botón"… ¡Si me oyera mi tía docente a la que le parecía feo que dijera "chau"!…
Claro que nunca canté "en serio" –esto no significa que abordara exclusivamente los tangos cómicos, sino que sólo me consideraba un aficionado–; y tampoco lo digo porque al margen de cantar, se manifestara tempranamente mi vocación de humorista, que aunque nunca me lo he preguntado, acaso haya surgido por compartir el pensamiento de Massimo Bontempelli cuando sostuvo que "el humorismo es el único medio de no hacerse tomar en serio aun cuando se digan cosas serias, que es el ideal de los escritores".
Mi incursión en el humorismo me demostró que también allí estaba generosamente presente el lunfardo. ¿Leería historietas humorísticas mi tía?
Porque el nombre de muchos personajes denota capacidad lunfardística en sus autores: Afanancio, Allegreto, Artistoni, Avivato, Babilonio, Batilano, Batilio, Blableta el ventrílocuo, Bobalino, Bómbolo, Brutini, Calcetino, Callino, Cicuta, Cipayón y Tilinguín, Colonio, Confusio, Contraviento, Crapuli, Cristalino, Cuervosky, Don Grapini, Don Piernucho, Don Pitazo, Fúlmine, Julepino, Lechervida, Leiseca, Magolín, Necro, Orsolino, Pabiño, Patiño, Piantadino, Riverito y Bocarín, Suicidola, Tarrino, Timberio, Tolondrati, Vagonio, Videojito
Y en el humor redaccional me encontré tempranamente con Miguel Angel Babio Esquiú… ¡sí, Juan Mondiola! Y eso sí que fue toda una novedad lunfardística en el "Rico Tipo" de 1944 y para mí, con apenas 11 años de edad: "Cuando los muchachos tienen un lío sentimental me vienen a ver en seguida –se presentó Juan Mondiola–. Se me tirán al bofe. ¿Sabe por qué? ¡Porque no ignoran que en materia de polleras mi foja de servicios y mis años de pescante me otorgan una autoridad indiscutible!…". Con él conocí expresiones tales como "robustas boletas", "arrimar la chata", "bolada flor", "melón de nacimiento", "percanta poco carrereada", "cuando yo le pongo los puntos a un budín, es porque la pera está bien madura"…
Claro que en esto de tomar nombres del lunfardo, han seguido siendo mayoría los personajes de historieta, algunos de gran popularidad: Amarrotto, de Oski, publicado en "Rico Tipo", a quien lo evocó hasta un tango de Miguel Buchino y Juan Cao; Super Cartón, el primer super hombre tomado en solfa, personaje de Jorge Elena publicado en "Pobre Diablo"; Conventillo, historieta de Héctor L. Torino publicada en ‘¡Aquí Está!" con el encargado Don Nicola como protagonista; Las andanzas de Chancleta, de Vidal Dávila, autor después de Goruta y Picota, en "Don Fulgencio"; Chanta Ejecutivo, por Divito, en "Rico Tipo"; Chanta y Pufy, por Mario Suárez, en "Soplete"; Chanta Pami, por Garaycochea, en "Humor Registrado"; Chinchulín, por José Kraft, en "Tibor Gordon"; Musolino, de Osvaldo Laino; … En la vereda de enfrente de las "churrísimas" chicas Divito publicadas en "Rico Tipo", estaban los Escrachos de Delbueno que aparecían en "Avivato", y Don Fierro, de Quinterno, en la revista "Patoruzú", se refería a sus pensionistas Crosta y Costantino, como los "esquenunes".
Acaso algunos opinen que estoy hablando más como humorista que como Académico de la Academia del Lunfardo, pero si nos remitimos a Nyda Cuniberti, veremos que hace más de un cuarto de siglo, ella consideró que el vocabulario lunfardo podía usarse para un resultado literario, inclinándose exclusivamente hacia el humor; bueno, algo a favor tengo: no creo que nadie vaya a discutir mi condición de humorista.
Y si buscamos antecedentes como humoristas en nuestros Académicos, hallaremos unos cuantos ejemplos de incursión en el género: Nicolás Olivari lo hizo a través del Libro de Oro "Patoruzú"; César Tiempo a través de revistas como "Cosquillas" –donde publicaba unas sabrosas "Microbiografías de bolsillo"– y "La Hipotenusa"; Daniel Giribaldi, desde "4 Patas", "María Belén", "El Mundo", "TV Guía", "Tío Landrú", "La Hipotenusa" y "Caras y Caretas", 3ª época, entre otras; León Benarós, desde "Don Fulgencio", "Patoruzú" –en cuya sección "Libro de quejas" que firmaba con el seudónimo Furibundo Hepático solíamos ver reflejadas con humor nuestras propias broncas– y su propia revista "Medio Litro"
Voy a hacer otra acotación; es que cuando menciono a César Tiempo no puedo soslayar un diálogo que sostuvo con mi amigo Carlos Warnes, y posteriormente me fuera referido por éste: en rueda de amigos César Tiempo se lamentó: "Lo envidio a César Bruto: ¡su nombre sí que es lindo, y no el que yo tengo!" "No, qué esperanza… –le respondieron–, el nombre de usted es muy hermoso: ¡César Tiempo!" "Pero no en nuestro país, amigo… ¡No olvide que aquí los tiempos pasan, y los brutos quedan!"
Ha quedado flotando en mi mente la afirmación de Nyda Cuniberti de que el vocabulario lunfardo podía usarse para un resultado literario, inclinándose exclusivamente hacia el humor; porque el humor y el lunfardo tienen cosas en común o fácilmente relacionables. Ha dicho Gobello que la élite porteña cultiva la tilinguería lingüística tanto como la tilinguería social y no acepta ninguna transformación del idioma que no haya sido previamente incorporada a la gramática parda del Barrio Norte; veamos ahora qué opinaba sobre el humor, Ramon Gómez de la Serna: "Se sobrepasa gracias al humor, esa actitud por la que sólo se es un profesional del vivir, en toda la sumisión que representa ese profesionalismo". ¿Ven ustedes como yo la veo, cierta relación entre ese "profesionalismo" y la "tilinguería lingüística"?
Y repito la misma pregunta ante la siguiente reflexión de Gómez de la Serna: "El humor muestra el doble de toda cosa, la grotesca sombra de los seres con tricornio y lo serio de las sombras grotescas. El humor hace pariente de la mentira a la verdad, y a la verdad de la mentira."
Y esto que en parte, también puede aplicarse a esa élite porteña descripta por Gobello, que no acepta ninguna transformación del idioma: "El humor ha acabado con el miedo, debe acabar aún más con él. Cosa importantísima, porque sabido es que el miedo es el peor consejero de la vida, el mayor creador de obsesiones y prejuicios."

HACIA UNA GRAMÁTICA TOTAL

Hace casi cuarenta años, publiqué en mi revista "Humorón" una nota a doble página, titulada "Hacia una gramática total". Su joven autor, Hugo Martínez, compañero de mi hijo en "la secundaria" que firmó con el pretencioso seudónimo de Dámaso "Beto" Alonso, se ocupó en ella de los entonces nuevos tiempos verbales ("si viene a casa, perdió";  etc.); nuevos sustantivos ("loco", "flaco", "pálida"); nuevos verbos ("gastar", "romper", "copar", "perder"); nuevos adjetivos; revaloración de adverbios; nuevas construcciones retóricas; nuevos sistemas de afirmación, etc., justificando:
"Si entendemos las formas de expresión humana como una realidad viva y en evolución constante, no será difícil advertir el estado en que sobrevive nuestro vehículo primordial de comunicación: la lengua.  Engrillada por la retórica tradicional fracasa a menudo en su intento de reflejar una realidad mutante e inasible. Revitalización sintáctica y actitud creadora en el plano léxico resultan por lo tanto imprescindibles para la exposición precisa de la controvertida gama de sensaciones, opiniones y sentimientos surgidos del hombre contemporáneo a consecuencia de los impredecibles devaneos de la Historia."
Y ya apartándose de la retórica, agrega:
"Ya somos varios los flacos que, conscientes de esta situación, salimos al encuentro de un nuevo idioma, explorando al máximo las posibilidades de nuestra bienamada lengua. Son los frutos de esos estudios los que voy a exponer a continuación…".
Transcribiré para ejemplificar lo que dice sobre "Nuevos sustantivos":
"LOCO: Individuo completamente cuerdo de nuestra amistad. Se lo usa como reemplazo del nombre de pila y como testimonio de que actualmente lo normal es ser anormal.
"FLACO: Individuo gastador. Como vocativo, úsase sin embargo sin hacer distingos de personas gastadoras o no. Se emplea también a modo de comodín para dirigirse a desconocidos (‘Me decís la hora, flaco’)
"NEGRO: Persona de raza aria o amarilla por la que sentimos gran aprecio. ‘Qué hacés, negro, cómo te va…’
"PALIDA: La Muerte, Por antonomasia, toda situación funesta, trágica o desagradable. Es sustantivación de un adjetivo muy en boga."
Estos "estudios" incluían además, como he anticipado, "Nuevos tiempos verbales", "Nuevos verbos", "Nuevos adjetivos", "Revaloración de adverbios", "Nuevas construcciones retóricas" y "Nuevos sistemas de afirmación"; tras "exponer sus estudios" Martínez (a) Alonso finalizaba diciendo: "Nuestra contribución ha sido valiosa, pero aún falta mucho para que nuestra gramática pueda ser calificada de total. Esperamos que nuevos flacos vayan aportando nuevas soluciones para el viejo problema de la comunicación humana."
"El viejo problema de la comunicación humana", según el Génesis lo originaron los descendientes de Noé, por haber levantado la Torre de Babel para escalar el cielo que llevó a Dios a castigarlos con la confusión de lenguas. Tal vez no se hubiera llegado a tanto desorden y confusión y la historia habría sido diferente si en aquella época se hubiera contado con gente capacitada y tesonera como José Gobello y Marcelo Oliveri, dispuestos a encarar un Diccionario del habla de Babel, que reflejara esa realidad mutante. Porque aquí no es cuestión de pretender, como lo supuso allá por 1887 aquel médico polaco-ruso Zamenhof, conocido por el seudónimo Dr. Esperanto, quien había creado un idioma con este nombre, que pudiese servir como lengua universal.

JOSÉ GOBELLO Y EL HUMOR

Entre las múlriples facetas del actual presidente de la Academia Porteña del Lunfardo, no es la menos importante ni bajo ningún punto de vista, olvidable, su paralela larga trayectoria como humorista para lo que recurriendo en parte al vesrre, adoptó el seudónimo de Belgo; incursionando en tal género en "Don Fulgencio", "Pobre Diablo", "Descamisada", "Avivato", "Dinamita"… y alguna vez hasta compartimos las páginas de "La Hipotenusa", aunque aquí lo hizo más como lunfardista, pero de los nuestros, defendiendo nuestro lunfardo mientras se preguntaba: "¿Por qué las voces inventadas o asumidas por los ladrones españoles son aceptadas, y se rechazan las que difundieron los ladrones nuestros?  ¿Es que suena mejor columbrar que junar, avizorar que carpetear, amilanarse que julepear, soba que biaba, birlar que calotear? Está bueno que uno cuide su lenguaje, para que no lo tomen por chorizo, pero, choro por choro, ¿por qué no quedarse con los del país?"
En "Pobre Diablo", Gobello –o Belgo– escribía una sección titulada "¡Salúdelo!", en la que se ocupó entre otros, de dos humoristas colegas y amigos míos: Landrú y el ya fallecido "Mono" Villanueva. A Landrú le reconocería  el mérito de haberle hecho creer a la gilada que mersa es una palabra "in", y gracias a él dejó de ser voz exclusiva de Roberto Arlt y otros reos por el estilo.
Vuelvo al problema de la comunicación humana, o más precisamente de la incomunicación humana. Más de una vez me he preguntado si verdaderamente el problema estaba allí; tal vez si la confusión de lenguas no hubiera interrumpido la escalada en la torre de Babel, las cosas hubieran andado mucho peor aún. Recuerdo a propósito de esto el viejo chiste del marido que recibe con una amable sonrisa a la mujer que acaba de llegar, diciéndole: "¿Ya volviste, vieja loca? ¿Estuviste con las otras viejas arpías como vos sacándole el cuero a todo el mundo?"; y la mujer le responde: "No, vengo de lo del especialista en oídos que me curó por completo la sordera."
No entender qué dice el otro, es como estar sordo. Si todos fueran sordos, tal vez los primitivos beneficiarios del lunfardo no hubieran tenido necesidad de crearlo, aunque… los sordomudos son habilísimos para leer los labios del que está hablando.
Sí, era necesario el lunfardo para que los demás no supieran de qué se hablaba, pero surgen los estudiosos de este vocabulario –desde hace más de cuarenta años con rango de Académicos– y quedan todos deschavados, comenzando la gran competencia: unos inventan nuevos términos y otros logran traducirlos y los incorporan a nuevos diccionarios, lo que mantiene ocupados a unos y a otros, ya que término que se incorpora al diccionario deja de ser útil a sus creadores obligándolos a su reemplazo, y este reemplazo desactualiza al diccionario con lo que los otros tienen que trabajar en una nueva edición.
Aunque hoy que el lunfardo ha dejado de ser un lenguaje secreto de la delincuencia, no basta con entenderlo; necesitamos saber hablarlo para poder comunicarnos con quienes no nos entenderían de otra manera. Si no sabemos hablar en francés y llegamos a París, no es suficiente con un diccionario francés español, porque además de entender lo que nos dicen, ellos deben entender lo que les decimos nosotros; o sea que necesitamos un diccionario francés español - espagnol français. Del mismo modo, si llegamos a Londres y no sabemos hablar en inglés, necesitamos un diccionario español inglés - english spanish. Pienso que no sólo se debe entender a quienes hablan en lunfardo, sino que hay que poder comunicarse con ellos.

¡QUÉ MACANUDO EL LUNFARDO!

Porque hay que convenir en que de la misma manera en que podemos jactarnos de la riqueza del idioma español, en algunos casos es posible jactarse de la riqueza del lunfardo; baste para comprobarlo todas las maneras en que se puede llamar a un tonto: otario, chabón, fanega, melón, pamela, chitrulo, froilán, gil, giliberto, gilimursi, pastenaca, tarado, perejil, gilastrún, guiso, vichenzo… y hay más aún. Y aunque no son tantas las maneras de llamar al vigilante, hay más posibilidades de hacerlo que con el español tradicional: botón, cana, cobani, chafe, tonbo; tantas como al ladrón: chorizo, faite, choro, rocho, chorro
Los que no necesitamos el lunfardo para planificar sin testigos auditivos actos delictivos, lo hemos adoptado por descubrir que el idioma español, con toda su indiscutible riqueza, no tiene vocablos con tanta calidez como las que nos proporciona nuestro lunfardo en algunos casos: tomenos como ejemplo gomía; uno puede tener muchos amigos, pero si está forfai, ahí el único que lo comprende y asiste, es el ¡gomía!
Otro ejemplo: abundan las mujeres bonitas, pero la que acepta nuestro acercamiento se vuelve más cálida, y ya no podemos llamarla con ternura mujer bonita; para nosotros se torna ¡papirusa!
Un tercer ejemplo: podemos definir a una persona de nuestra amistad, como simpática y de espíritu amplio, pero si nuestro aprecio es muy grande, nada la define mejor que decir un tipo macanudo o una mina macanuda.
Claro que como decía Gobello en "Vieja y Nueva Lunfardía", "a ese lenguaje que parece forjado para la caricatura y que, sin embargo, puede expresar esta angustia:
Campaneando un cacho’e sol en la vedera
le ha quedado por nombre lunfardo, que textualmente equivale a lenguaje de los lunfas o lunfardos", pero "con él cantó la musa arisca de Villoldo –cuarteador, poeta, mito– y canta todavía la ciudad por las esquinas, en las noches ya sin compadres ni cuchillos".

Oscar Vázquez Lucio (Siulnas)
Académico Emérito de la Academia Porteña del Lunfardo



La estabilidad del Pueblo argentino depende de la seguridad de su Presidenta




"Reflexionemos un instante sobre las ruines ideas en que se fundan, por lo general, los 'programas partidarios', que se pulen y reforman de cuando en cuando. Hay un movimiento -la ansiedad respecto al resultado de la próxima elección- que induce constantemente a los partidos a concebir nuevos programas o alterar los ya existentes.
"Pasada la elección, el diputado, a quien se designa por el término de cinco años, se dirige cada mañana al Congreso no llegando, posiblemente, hasta el interior del edificio sino, sencillamente, hasta el lugar en donde se encuentran las listas de asistencia.
"Sus fatigosas tareas a favor de la causa popular le llevan a estampar su firma y, en cambio de tan agotador esfuerzo, a diario repetido, acepta como bien ganada recompensa, unos modestos honorarios."
Seguramente el lector ya ha advertido que esta descalificadora apreciación no alude a los diputados argentinos, pues aquí se los designa por el término de cuatro años, no de cinco.
En realidad, la apreciación transcripta pertenece a Adolf Hitler (1889-1945) y fue incluida en su libro "Mein Kampf" ("Mi lucha"), que comenzó a escribir en 1924 mientras se hallaba recluido en la fortaleza de Landsberg, tras pronunciarse contra el Gobierno de Berlín.
Lo que vino después no es fácilmente olvidable; después de lograr que se le otorgara la Cancillería (cargo mucho más importante en Alemania que en Argentina), Hitler fue acumulando poder y decreto tras decreto, desmontó la constitución de Weimar (proclamada en 1919 después de finalizada la primera guerra mundial), suprimió la oposición, afirmó su autoridad personal con sangrientas represiones, y tuvo el mundo en vilo durante casi seis años hasta la terminación de la segunda guerra mundial y su muerte voluntaria ante la derrota, en un refugio subterráneo en Berlín.
¿Por qué traer a colación algo tan distante en el tiempo y geográficamente? Precisamente para demostrar adónde se puede llegar descalificando con absolutismo a quienes bien o mal, nos representan desde el poder.
Durante muchos años los argentinos atendimos descalificaciones parecidas a la transcripta en el comienzo de esta nota -que hoy se siguen escuchando de políticos opositores (¿a qué?), corporaciones y medios periodísticos que confunden libertad de prensa con insensata descalificación institucional-, permitiendo que el golpista de turno arrasara con las instituciones para imponer sus propios estatutos por encima de lo que marca la Constitución de la Nación Argentina, como ocurrió, por ejemplo, en 1976.
Los males que supuestamente "genera la democracia" ocurren también con las dictaduras, pero estas se encargan de que no trasciendan, aunque para lograrlo haya que hacer "desaparecer"  a 30.000 personas.
Obviamente, no es posible el diálogo con ellas, y aunque a menudo, el mismo también suele tornarse difícil con la democracia, al menos es posible en ésta, el soliloquio de los de abajo en contrapunto con el soliloquio de los de arriba, una suerte de diálogo indirecto que a veces da sus frutos, aunque ninguna de las partes quede totalmente conforme; los de abajo, porque solo obtuvieron parcialmente lo que reclamaban; los de arriba, porque tuvieron que ceder más de lo que se habían propuesto. Algo que tampoco veía con buenos ojos, Hitler, en su "Mein Kampf":
"Su aptitud para la conciliación les granjea la simpatía de los espíritus pequeños y débiles -escribía refiriéndose a los partidos políticos-, con los cuales no es posible emprender cruzada alguna".
La "cruzada" a la que se refería se relacionaba con su "teoría del mundo", y ya se sabe cómo le fue, a él, a su país y a gran parte del mundo, algo que parecen no haber aprendido quienes primero lo combatieron y en seguida se convirtieron en discípulos aventajados llevando a Estados Unidos de Norteamérica y a gran parte del viejo mundo, después de hacer estragos, a la situación que hoy los convierte en peligrosos enemigos sin escrúpulos (a cuyos mínimos movimientos habrá que estar muy atentos), para la mayoría de los países latinoamericanos.

ESTAR ATENTOS
Es cierto que todos los problemas del ciudadano común no pueden resolverse exclusivamente en las urnas; pero también es cierto que el ciudadano común no debe esperar que otros le resuelvan todos sus problemas cruzándose de brazos o considerando lícito para él lo que es indudablemente ilícito para los demás.
Rescaté, hace poco, en una de mis notas, una frase de Juan Domingo Perón posterior a su derrocamiento, que no figura precisamente en la fraseología de muchos políticos que se arrogan el papel de herederos de su doctrina; Perón escribió en "La fuerza es el derecho de las bestias" -título de su libro basado en la afirmación de Cicerón-: "El Pueblo conoce a sus verdaderos enemigos. Si es tan tonto que se deja engañar y despojar, suya será la culpa y suyo será el castigo".
Vale decir que si bien es cierto que todos los problemas del ciudadano común no pueden resolverse exclusivamente en las urnas, es importante que ese ciudadano defienda lo que verdaderamente le conviene, no dejándose engañar por políticos y medios periodísticos al servicio de las grandes corporaciones e intereses extranjeros, y los privilegiados de siempre.
Quienes quieren engañar una vez más al Pueblo, como lo han estado haciendo desde el derrocamiento de Perón, día a día redoblan su apuesta para engañarlo y despojarlo, montando operativos en todos los flancos.
¿A qué apelarán cuando esa usina de ideas desestabilizadoras termine por agotarse?
A lo largo de todo el siglo XX han abundado los regicidios y los magnicidios. A veces, la muerte llegó de la manera más inesperada, como cuando en 1991 una bomba disimulada en un ramo de flores segó la vida del primer ministro de la India, Rajiv Gandhi, siete años después que pereciera por otro atentado en el mismo cargo, su madre, Indira Gandhi. El propio Presidente Carlos S. Menem viajando en noviembre de 1992 en un helicóptero de la Fuerza Aérea, protagonizó con sus acompañantes y el piloto un aterrizaje de emergencia, que lo llevó a admitir: "Casi me hago bolsa"; y posteriormente el Tango 04 tuvo un sospechoso desperfecto en pleno vuelo, que obligó a derramar la totalidad de su combustible en el Río de la Plata.
Y no debemos olvidar que desde la  sede central de la súper usina para estos menesteres, se había preparado y concretado el plan diabólico que el 22 de noviembre de 1963, en la ciudad de Dallas, puso término a la vida del presidente del “Gran” país del Norte, John F. Kennedy.
La estabilidad del Gobierno  no puede estar exenta de la necesaria seguridad para la persona de la Presidenta, mucho más expuesta que otros presidentes por su decidido enfrentamiento a las nefastas corporaciones y al nocivo periodismo hegemónico que apunta a los “mates vacíos” que usaba satíricamente en sus caricaturas, el dibujante Tristán, a mediados del siglo anterior.
Esta preocupación trae a la memoria otras palabras de Perón refiriéndose a sus opositores en su segunda Presidencia:  "Frente a la imposibilidad de vencernos en los comicios comenzaron a conspirar abiertamente…"
Tiempo antes, siendo aún Presidente, se dirigiría al pueblo, a las 18 horas del jueves 16 de junio de 1955: "Les hablo desde nuestro puesto de comando, que, como es lógico, no puede estar en la sede del Gobierno, de manera que todas las acciones que se han realizado sobre esa casa han sido tirando sobre un lugar inerme, perjudicando solamente algunos ciudadanos que han muerto por efecto de las bombas…"
Y refiriéndose a los culpables de la cantidad de muertos y heridos, puntualizó: "…lo más indignante es que se haya tirado a mansalva contra el pueblo, como si su rabia no se descargase sobre nosotros, los soldados, que tenemos obligación de pelear, sino sobre los humildes ciudadanos que poblaban las calles de nuestra ciudad…"
Tres meses después, en nuevas acciones cruentas, Perón era derrocado y sobrevendría toda clase de persecuciones, y en 1956, hasta la reimplantación arbitraria de los fusilamientos con todo lo negativo que sobrevino posteriormente, impulsado por las corporaciones y el poder foráneo con sus cómplices internos.
Gran parte de la oposición de 1955 y años anteriores, se parecía bastante a una parte de la oposición actual, de modo que la prevención no está demás. He sido testigo presencial de aquel acto demencial de hace 57 años; por eso creo que hoy Cristina Fernández De Kirchner, podría hacer suyas aquellas palabras de Perón:
"El Pueblo conoce a sus verdaderos enemigos. Si es tan tonto que se deja engañar y despojar, suya será la culpa y suyo será el castigo".
El "castigo" duró 48 años; es de esperar que el pueblo no vuelva a dejarse engañar y despojar…

Oscar Vázquez Lucio